Gracias.

-La vida es un juego azaroso jugado por los Dioses -me dijo un amigo el otro día-.

Mientras mi hermano se preocupa porque hay ropa tirada en el cuarto, otras personas se dedican a zambullirse adentro tuyo, en ese lugar pequeño donde solo habita lo espectacular, y provocan revoluciones. Algunas horribles, otras increíblemente dulces.

De eso se trata la vida. Infinidades de dados que caen en el vacío, para obtener resultados aleatorios que pueden generar desde un estado de alegría tremendo hasta un tsunami en Japón.
De un momento a otro aparece alguien en tu vida, solamente porque te tardaste un poco en vestirte y salir a la calle, o te perdiste en algún sitio o porque simplemente escribís algo en algún lugar. Las infinitas posibilidades hacen que esta persona pueda cambiar tu vida gratuitamente. Hacen que de pronto estés en los aires atravesando el cielo. Hacen que seas más y más feliz en cada respirar.

A riesgo de parecer repetitivo todo esto no hace más que tirarme hacia arriba, como un trampolín que te lanza a otro trampolín, que a su vez es parte de una secuencia infinita de trampolines. Rasgás la tapa del cielo, nada te puede parar. Si una sola persona puede hacer algo así por mi, ¿Qué más puedo hacer yo por el resto del universo?

Las sensaciones me dicen que tengo que seguir en esto. Los resultados de los dados son muy diferentes entre si, pero siempre te sorprenden. A veces, la sorpresa es mejor que diecisiete años completos de sorpresas en tu vida.

Ojalá nunca termine de sorprenderme y sonreír.

¿Y qué es la vida sino un juego azaroso jugado por los Dioses?